Universidad de San Carlos de Guatemala
Departamento de Estudios de Postgrados
Centro Universitario de Sur Occidente
Maestría en Gestión Comunitaria para el
desarrollo Humano Local.
Curso: Metodología de la Gestión
Comunitaria (MGC112)
Docente: M.A. Mildred Janeth de León
Méndez.
Tema: CUADRO COMPARATIVO DE
POLÍTICAS PÚBLICAS EN CENTROAMÉRICA.
Grupo: 3- Los gestores.
Silvia
Marina Carrillo Vela- 200843738
Maura Estelita Velásquez Lucas- 200419442
Rolando
Antonio Déleon Wong- 8817447
Delmy
Gabriela Solval Solval- 201542907
Glendy
Antonieta Morales Castro- 201706431
Erman
Arnoldo Bixcul Tuy- 201507696
Ariel
Filiberto Méndez Bernardo- 953115
Introducción
Las
políticas sociales como herramientas de intervención pública son fundamentales
para el desarrollo, tienen como objetivo garantizar los derechos humanos,
sociales y económicos; promover la ciudadanía social y la cohesión social;
garantizar el acceso a servicios básicos, educación y salud; asegurar el
ingreso y fomentar el trabajo decente; la equidad de oportunidades sin
distinción de género, etnia, edad o pertenencia a grupos socioeconómicos
específicos o localización geográfica. En Centroamérica, sobre todo a partir de
la década del 2000, se ha implementado un amplio conjunto de políticas sociales
en distintos contextos institucionales y con diversos acumulados históricos. En
esta diversidad, Costa Rica se distingue por tener la mejor calidad de
democracia de la subregión, mientras que los países que integran el Triángulo
Norte –Guatemala, Honduras y El Salvador– se caracterizan por tener democracias
jóvenes y frágiles.
Así pues,
el objetivo de este artículo es comparar las políticas sociales de Costa Rica y
del Triángulo Norte. La investigación es analítica y normativa; lo normativo se
expresa en dos dimensiones, medios-fines y ética, que plantea al desarrollo
como un objetivo fundamental a alcanzar. La hipótesis de trabajo es de economía
política y plantea que son las instituciones políticas, especialmente la
democracia, la variable última o fundamental que condiciona al desarrollo,
particularmente a las políticas sociales. Para entender la contemporaneidad de
la región, analizamos los elementos económicos más significativos desde el
2000, cuando se dio una importante expansión de las políticas sociales, y lo
político desde mediado del siglo XX, con el proceso de democratización de Costa
Rica.
Políticas públicas para el combate de la pobreza, salud y desarrollo
social en Centroamérica. |
|
País |
Política pública |
Costa Rica |
Políticas en Salud. Actualmente, en materia
de políticas universales, Costa Rica cuenta con uno de los sistemas de salud
más modernos de toda América Latina y posee un sistema de seguridad social
integrado por el sector salud y las pensiones que han logrado la mayor
cobertura de la subregión en salud con un 92 % de la población beneficiada, y
está regido por tres principios fundamentales con el fin de asegurar el
bienestar de la población, como lo son la universalidad en la cobertura, la
equidad en el acceso y la solidaridad en el financiamiento. Además, este
sistema cuenta con un seguro social a cargo de la Caja de Costarricense del
Seguro Social (CCSS), el cual es financiado por el aporte de los
trabajadores, jefes y contribuciones del Estado, con el 86% de la población
asegurada y con cobertura en todo el país, incluyendo atención primaria,
especializada y hospitalización, al igual que protección por incapacidad con
un 60% del ingreso laboral en caso de permiso por salud. Del mismo modo que
un seguro de enfermedad y maternidad con protección contributiva y no
contributiva, con cobertura para los asegurados y sus familiares (Martínez y Sánchez,
2017; Sauma y Trejos, 2014). Políticas
de desarrollo social. También existen
programas de promoción y asistencia social, con el objetivo de erradicar la
pobreza extrema, entre ellos destacan el Instituto Mixto de Ayuda Social
creado en 1971 y el Fondo de Desarrollo Social y Asignaciones Familiares
(FODESAF) creado en 1974. Ambas entidades buscan garantizar las prestaciones
sociales de la población con asistencia social, promoción social, fomento a
la capacitación, producción, vivienda e infraestructura, y representan el
mecanismo financiero de mayor trascendencia en la lucha contra la pobreza.
También existen programas como Avancemos, la red de protección al cuidado infantil
(REDCUDI) y la red de atención integral para personas adultas mayores
(CONAPAM) (Román, 2012; Sauma y Trejos,
2014). Educación y combate de la pobreza. En
cuanto a los programas de transferencias condicionadas, el más importante es
Avancemos, el cual tiene como objetivo promover la permanencia y reinserción
en el sistema educativo de jóvenes de escasos recursos económicos, y también
contribuye con incentivos económicos para aumentar las capacidades laborales.
Este programa cuenta con tres tipos de prestaciones: transferencias
monetarias, incentivos al ahorro y apoyo a la oferta educativa. Los montos de
dichas transferencias fueron, para el año 2007, de $27 para séptimo año, $36
para octavo, $45 para noveno, $63 para décimo, $81 para undécimo y $90 para
duodécimo, con un máximo de $144,1 por familia sin importar la cantidad de
hijos que pertenezcan al sistema educativo. Para poder acceder a este
programa, las familias deben asegurarse de que sus hijos permanezcan en el
sistema educativo, que su rendimiento sea bueno y que asistan a consultas
médicas al menos una vez al año. Este programa favoreció de enero a diciembre
del 2011 a 185 315 estudiantes, para un monto entregado de 47,545 millones de
colones (Román,
2012 Políticas
de protección social. En cuanto a las
políticas de cuido a personas dependientes, en el 2010 se creó la Red
Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil (REDCUDI), que busca incorporar a las
mujeres al mercado laboral sin descuidar a sus hijos y asegurar el desarrollo
físico, cognitivo, lingüístico y socio afectivo de las niñas y niños. Este
programa tiene como población meta a infantes menores de siete años de edad
con una atención pública o de servicios mixtos entre Estado y sector privado.
La REDCUDI cuenta con centros públicos y privados, estos últimos poseen más
de 156 centros y 21 Organizaciones de Bien Social (OBS) inscritas, con bebés
recién nacidos y niños menores de 12 años. Para el año 2013, la Atención y
Protección Infantil (API) tuvo una cobertura de 19 094 niños; los Centros
Infantiles Diurnos de Atención Integral (CIDAI), administrados por OBS,
contaron con 7 654 niños beneficiados; los Hogares Comunitarios, CECUDI y
otros centros infantiles privados ayudaron a 2 275 niños. La RECUDI se rige
por una serie de principios que dirigen su institucionalidad como la justicia
social mediante la igualdad y equidad de los derechos, y el respeto a la
diversidad. Las personas reciben el mismo trato sin importar el estrato
socio-económico, ni las características individuales, dándole mayor
legitimidad y sostenibilidad al servicio de cuidado y al desarrollo infantil
(Guzmán, 2014). En materia de mercado
de trabajo, existen programas de creación directa de empleo enfocados en los
grupos vulnerables de la población, como el Programa Nacional de Empleo
(indígena y de obra comunal) que destinó el 0,13% del PIB en 2016, y
programas de incentivos para emprendimientos o personas vulnerables con un
enfoque de género, como el Fondo de Fomento de Actividades Productivas y de
Organización de Mujeres (FOMUJERES), posicionando a Costa Rica como uno de los
países con mayor gasto en políticas del mercado de trabajo en América Latina
(CEPAL, 2019a). |
El Salvador |
Políticas
de desarrollo social En El Salvador, los
programas sociales más destacados han sido la Red Solidaria de Transferencias
Monetarias Condicionadas (TMC) que busca incentivar la asistencia a la
escuela y controles de salud a niñas y niños, mujeres embarazadas, y a la
población rural de los 100 municipios más pobres de El Salvador. También se
encuentra el programa Comunidades Solidarias Rurales, el cual provee ingresos
donados de $30 al mes a las madres ubicadas en zonas rurales si sus hijos
asisten a la escuela y cumplen con las visitas regulares de salud. Asimismo,
el Sistema de Protección Social Universal (SPSU) garantiza un piso básico de
bienestar, focalizado en los sectores medios, los sectores en situación de
pobreza y la población excluida socialmente. Finalmente, destacan los programas
de pensiones contributivas para adultos mayores de zonas rurales, con
transferencias de US$50 por persona al mes. De igual forma, destacan los
programas de paquetes escolares y uniformes a las familias más pobres,
cubriendo a 1,4 millones de estudiantes, y la Ley de universalización de los
servicios de cuidado para infantes de cero a tres años de edad (Martínez y Voorend,
2018; Alas de Franco et
al., 2016; Banco Mundial, 2015; Sánchez y Martínez,
2015; Martínez, 2014). Políticas
en salud En cuanto a la
estructura del sistema de salud salvadoreño, cuenta con el Ministerio de
Salud (MINSAL), el cual acoge al 77% de la población de forma gratuita; el
Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) que brinda servicios de salud
a personas con empleo formal del sector público y privado cubriendo al 21% de
la población; el FOSALUD, el cual brinda servicios de emergencias a las zonas
rurales y urbanas, financiada en un 35% de los impuestos al alcohol, tabaco,
y similares; y el Sistema Básico de Salud Integral (SIBASI) que cubre a la
atención básica con servicios integrales de primer y segundo nivel de
atención. También se encuentran las Redes Integrales de los Servicios de
Salud (RISS), que buscan garantizar el derecho a la salud en la población; y
los Equipos Comunitarios de Salud (ECOS) que se encargan de resolver los
principales problemas de salud en los municipios más pobres, enfocados en
mejorar la atención a mujeres embarazadas y reducir la mortalidad materna.
Estas instituciones han contribuido al aumento de la esperanza de vida a 72
años en 2012, a la disminución de la tasa de mortalidad neonatal que pasó de
10,2 muertes por mil nacidos vivos en 2003 a 6,5 en 2012, al igual que la
tasa de mortalidad infantil que paso de 12,6 por mil nacidos vivos en 2003 a
7 en 2013 (Alas de Franco et
al., 2016; Sánchez y Martínez,
2015). Políticas
para el combate de la pobreza. En El Salvador, en
materia laboral, existe la institución intermediadora laboral: la Red
Nacional de Empleo (RENACEMPLEO) y el centro de capacitación Instituto
Salvadoreño de Formación Profesional (INSAFORP). El Programa de Habilitación
para el trabajo (hábil), enfocado en la población desempleada y subempleada
de bajos recursos económicos, busca la inserción laboral, la generación de
emprendimientos por medio del autoempleo y la creación de microempresas en el
turismo y la gastronomía. Por su parte, el Programa Empresa Centro combina la
formación teórica con prácticas en empresas y tiene como meta a la población
entre 16 y 25 años. Además, se ha apoyado en asistencia técnica a la creación
de empresas nuevas con proyectos como FOMYPE implementado con fondos de la
Unión Europea (UE), y se han fomentado emprendimientos con programas a
estudiantes de bachillerato con simulaciones empresariales. Por último, el
Programa de Apoyo Temporal al Ingreso (PATI) combina el apoyo al ingreso con
capacitaciones, otorga a mujeres $100 al mes por seis meses, siempre y cuando
participen en proyectos comunitarios y capacitación ocupacional, con el
propósito de que al culminar los seis meses las participantes logren entrar
al mercado laboral o creen sus propias empresas (Banco Mundial, 2015; CEPAL, 2019a). |
Guatemala |
Políticas para el
desarrollo social. En Guatemala destaca la
creación del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), en el periodo de
gobierno 2012-2016, con el objetivo de diseñar, regular y ejecutar políticas
públicas orientadas a mejorar el nivel de bienestar de los grupos sociales en
situación de pobreza y pobreza extrema. Este ministerio cuenta con una serie
de programas sociales de transferencias monetarias o en especies dirigidas a
familias en extrema pobreza, de los cuales se puede destacar Mi Bolsa Segura,
que reparte alimentos a mujeres jefas de familia en Ciudad de Guatemala que
vivan en zonas urbanas vulnerables y que asistan a capacitaciones sobre
valores familiares; Mi Comedor Seguro, que entrega alimentos tres veces al
día a personas en hospitales públicos, trabajadores informales, adultos
mayores, discapacitados o enfermos crónicos, niñas y niños desnutridos, entre
otros; el Vaso de Atol, que llega al 26% de las niñas y niños estudiantes; y
Mi Beca Segura, el cual otorga becas de formación profesional, de educación
básica y becas artesanas (Martínez, 2014). Políticas para el combate de la
pobreza El programa social por
destacar para el caso guatemalteco, es el Programa Mi Familia Progresa (MFP),
que busca atender a las familias en extrema pobreza con niñas y niños de 0 a
15 años de edad de 45 municipios a través de apoyos económicos dirigidos a la
inversión en salud, educación y nutrición. Su focalización se realiza
mediante encuestas de condiciones de vida, y la madre del hogar es la que
recibe el dinero para la posterior administración y manejo de los recursos,
los cuales se componen por dos tipos de transferencias: un bono de salud y
nutrición, equivalente a $20 mensuales para familias con hijos menores de
seis años, y un bono de educación de $20 mensuales para niñas y niños entre 6
y 15 años de edad (Cecchini, Leiva, Madariaga y Trucco, 2009). En materia laboral se
encuentra el programa Políticas Activas de Mercado de Trabajo (PAMT),
enfocado en mujeres jóvenes; este consiste en capacitación y servicios
financieros como el microcrédito, servicios no financieros, encadenamiento productivo
y promoción de la asociatividad para las micro, pequeñas y medianas empresas
(MIPYME), teniendo como objetivo fundamental la incorporación en el mercado
laboral. También destacan los programas universales de capacitación, como el
Instituto de Capacitación y Productividad (INTECAP), y programas focalizados,
como Jóvenes Agricultores (FORJA) y Génesis Empresarial (GE) (Baroni, 2009). Políticas de salud y seguridad
alimentaria. También, en Guatemala,
se otorgan bonos de salud y nutrición con un convenio de corresponsabilidad
que obliga a las familias beneficiadas a registrarse en el centro de salud
más cercano, donde las madres deben llevar a las niñas y niños menores de 6
años a todos los controles médicos de salud preventiva y deben someterse a
controles de embarazo y puerperio. Por su parte, el bono de educación obliga
a las familias a que las niñas y niños asistan al menos al 80% de las clases
por mes. En ambos tipos de bonos, las familias deben asistir a las
capacitaciones en salud y educación como corresponsabilidades. Además,
existen otros programas ante situaciones extremas, como Alimento Seguro con
una cobertura de 97 000 familias, Plan Pacto Hambre Cero que busca reducir la
desnutrición crónica especialmente en las niñas, niños, madres embarazadas y
lactantes, y el programa Jóvenes protagonistas que atiende a jóvenes para
capacitarse de forma complementaria (Cecchini et al., 2009; Martínez, 2014). |
Honduras. |
Políticas para el
desarrollo social. En Honduras se destaca
el Programa de Asignación Familiar (PRAF), el cual otorga transferencias
monetarias, como el bono escolar de $97 por familia, bono de nutrición de
$114 e incentivos al parto institucional (IPI) de $60 por evento. De la misma
manera, se encuentra el programa Bono Vida Mejor, que otorga recursos a las
familias pobres con niñas y niños para incentivar el control de salud
infantil y asistencia escolar. Asimismo, la política pública para el
Desarrollo Integral a la Primera Infancia promueve estrategias para asegurar
la supervivencia, el desarrollo y la protección de las niñas y los niños
hasta los 6 años de edad, e incluye asistencia médica, suplementos
alimenticios, estimulación mental, actividades educativas, capacitación de
las capacidades humanas, reducción del crimen y la violencia en los hogares
pobres. Políticas en combate
a la pobreza. También está el Bono 10
000 que equivale a unos $500 por familia en condición de pobreza o pobreza
extrema, con corresponsabilidad de asistir a consultas pre y post natales por
parte de las madres y a que sus hijos asistan a la escuela. Por su parte, el
programa entrega bonos a las instituciones prestadoras de servicios de
educación y de salud mediante el bono a la oferta de educación con $1 000
dólares anuales para Asociaciones de Padres de Familia (APF) y el Bono a la
oferta en salud de $900 anuales para Comités de Usuarios de Salud (CUS) (Cecchini et al., 2009; Martínez, 2014; Hernández, Sousa y
Scot, 2015; Serrano y López,
2011). Políticas para seguridad y
protección social. Con referencia al
sector salud, el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) otorga
servicios de salud a sus afiliados, incluye visitas domiciliarias, medicina
general, salud oral preventiva, pediatría general, ginecología, obstetricia y
programas de salud materno-infantil. También ofrece atención secundaria y terciaria
a los afiliados directos, a sus hijos menores de 5 años y a los cónyuges
(maternidad y post parto). Ha promovido diseños de operatividad como el
Programa Nuevos Modelos de Gestión que consiste en la construcción de
clínicas administradas por los propios municipios, equipos itinerantes del
Programa de Reorganización Institucional y Extensión de los Servicios Básicos
del Sector Salud (PRIESS) que realizan visitas periódicas, y el Programa
ACCESO que busca promover las clínicas comunitarias con personal voluntario.
En el año 2000, el 52% de la población tuvo acceso a servicios de salud
pública, un 12% por el IHSS y otro 1,5% por servicios privados (Martínez, 2014). |
En el
Triángulo Norte existe protección social contributiva y mixta. La protección
social contributiva es de baja cobertura, en El Salvador es del 18% de la
población, en Honduras del 10% y en Guatemala tan solo el 9%. La protección
social mixta que contempla una combinación entre el acceso contributivo y no
contributivo a hogares con presencia de niñas, niños y adolescentes, cubre a un
porcentaje mínimo en los tres países, en Honduras cubre al 4% de la población,
en Guatemala al 5% y el 1% en El Salvador. Esto evidencia la desarticulación
entre la protección social y el componente contributivo en la región, debido a
los bajos ingresos de los hogares y a su situación laboral. En contraste, la
protección social no contributiva tiene mayor incidencia en los hogares con
niñas, niños y adolescentes. En El Salvador, el 6 % de los hogares con infantes
y adolescentes se encuentra cubierto; en Honduras, el acceso es del 22% en
hogares en las mismas condiciones; y en Guatemala, el 25% de los hogares están
cubiertos (Martínez y Voorend,
2018; Sánchez y
Martínez, 2015; Martínez, 2014).
La
educación merece atención aparte, ya que es fundamental para la movilidad
social y para la reducción de la violencia. En el Triángulo Norte se observa
una importante universalización de la educación primaria, pero es de baja
calidad y aún está pendiente la universalización de la educación secundaria.
Por ejemplo, en Honduras solo el 24 % de los jóvenes de las zonas rurales
terminaron la secundaria (Alas de Franco,
Méndez, Oliva, Serpas y Trigueros, 2016; CEPAL, 2019a; Walker, Quijada, y
Sierra, 2014). Esto
no solo lesiona un elemento básico del desarrollo como es la educación, sino
que adicionalmente mantiene a la mayoría de la población en trabajos informales
de baja productividad con una remuneración que no les permite sobrepasar la
línea de la pobreza ni entrar a la seguridad social. Las políticas en educación
deben ser sensibles a las especificidades de cada país, como su variedad
lingüística y cultural, y que respondan a las necesidades laborales con
capacidades profesionales y técnicas.
En
general, el Triángulo Norte cuenta con una batería significativa y creativa de
políticas sociales, pero estas son de carácter residual e inestable. Para que
estas tengan un impacto más amplio, deben fortalecer su institucionalidad, se
tiene que mejorar la focalización en los sectores más vulnerables como niñas y
niños, mujeres, población indígena y personas con alguna discapacidad para una
distribución de los recursos más eficientes. Se observa dentro de este grupo de
países un mejor desempeño relativo de El Salvador, especialmente en su diseño
universalista, esto coincide con su mejor calidad de la democracia derivada de
un bipartidismo más competitivo y de mayor alternancia programática.
Si bien
Costa Rica, comparada con el Triángulo Norte, tiene una mayor calidad
democrática y tiene una mayor prioridad macroeconómica de la política social,
comparte problemáticas como una inversión insuficiente, déficit fiscal, baja
recaudación tributaria, desigualdad e informalidad de su mercado laboral. Debe
reconocerse que la situación socioeconómica del Triángulo Norte es mucho más
compleja que la de Costa Rica, no solo por sus mayores niveles de pobreza y
desigualdad, sino también por sus niveles de violencia, lo que debilita la
capacidad institucional del Estado para su administración en general y para la
aplicación de políticas sociales en particular. La paz sigue siendo un objetivo
prioritario a alcanzar. Por último, por sus niveles de interdependencias
evidenciadas en los flujos migratorios y en la articulación de los grupos
regionales del narcotráfico, se hacen necesarias las políticas sociales
regionales, donde las distintas dependencias nacionales puedan coordinar
políticas sociales y que se generen instancias supranacionales que les permitan
enfrentar en conjunto los desafíos compartidos.
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Universidad
de Costa Rica (2020)- Hacia una agenda de políticas sociales. Análisis
comparativo entre Costa Rica y el triángulo norte de Centroamérica.
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